viernes, 25 de abril de 2014

Angustia y Creatividad 3-Final

3. La estrechez de la angustia y la preñez creativa. Una diferencia hermenéutica

¡Capta las formas e intuye
que todo es sombra,
si quieres,
o todo aliento!

En mi caso ocurre algo irregular:
pongo el proyecto en un molde,
sazono y horneo
con un poco de angustia segura
y, tras apenas dos horas,
retiro el producto
y lo sirvo, sin más,
en recipiente casual,
de poco peso y color amigo

Al aceptar el agobio procurado por la incertidumbre y por la carencia de un soporte instintivo suficiente, el hombre no se plantea ya una imposible vuelta atrás, sino un acatamiento de la condición humana, en primer lugar. Las cosas son como son, sería el principio, y no cabe la idea de tratar de tergiversar o manipular el concepto de precariedad que es connatural del ser humano.

Entonces, si se aceptan las condiciones generales de la vida, el ser precario y no obstante decidido, ni piensa en volver a los árboles (no sea que ni tan siquiera existan ya), pero vislumbra una temporalidad por delante suyo muy parecida al paso del tiempo en su cuerpo.

En esos momentos, cuando una vena de fatalismo se había hecho brecha en su corazón, hete aquí que aparece, como de la nada, un elemento que le sorprende sobremanera. No hay vuelta atrás; el paraíso está cerrado, quizá por obras, y, al quedarse desasido, acaso de un antiguo recuerdo del primer homínido, brota un instinto antes desconocido y propio del caminante: el instinto de juego, que tan bellamente profundizó y alabó Schiller. Se trata de un instinto antiguo, propio del animal tanto como del hombre. Pero en las manos del hombre, tan desacostumbradas al instinto y plenas de zozobra y agobio, éste va a resultar un arma muy poderosa en su denodada y apasionada búsqueda de equilibrio.

¿Qué es lo que mueve al hombre que se adentra irremediablemente en los senderos de lo desconocido? ¿Qué fuerza es la que genera aquel grito en la soledad que, tras mucho tiempo de espera solitaria, rebrota empáticamente en otro ser mediante un grito similar a la vez que ambos consensuan un sentido? ¿Cómo surgen el arte de la caza y el de la pesca? ¿De dónde? ¿Y los conocimientos de cosmología, de geometría, y el cálculo? ¿Y el lenguaje? Parece que no podemos imaginar ninguna producción propia del ser humano que no haya encontrado al instinto de juego como detonante necesario. Sí, sí, nada más y nada menos que el instinto de juego, curiosamente emanado de la aceptación de la angustia como algo natural y preliminar.

Es verdad que hay que dar rienda suelta al instinto de juego para apartarse durante un tiempo de los quehaceres de supervivencia y explorar apasionadamente el terreno de la naturaleza hasta dar con los esquistos de ocre suficientes para organizar y liberar cada pincelada. Y qué extraña concepción de la conservación y de lo práctico hay en esbozar sonidos intangibles, que se disipan sin más, pero en medio de una creación musical. En un principio, todo es efímero, como cada instante es efímero y la vida entera lo es. Efímera la pincelada, la melodía, el relato oral, la danza. Y siendo todo ello efímero, puesto que el instinto ha hallado su fuerza propulsiva en ese agobio y en esa estrechez producida por la acumulación de estímulos y señales que es la angustia, ¡qué manera de condensar una respuesta adecuada!

El instinto de juego es el instinto que el hombre encuentra en su deriva hacia lo desconocido, propulsado por una idea de angustia definitiva. Quizá por ello se muestre tan confiado, fácil de poner en acción incluso con compañeros de viaje encontrados por azar. Quizá, por ese mismo agobio también, resulte tan productivo…      

Ricardo Carretero Gramage
Palma de Mallorca, diciembre 2012

Infórmate sobre su próxima conferencia: Los miedos en la adolescencia.

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