sábado, 10 de mayo de 2014

El encuentro terapéutico 1/7

EL ENCUENTRO TERAPEUTICO


Habría entonces –y como colofón- que preguntarse si el análisis, ese producto casi casual de nuestro siglo, no deba abandonar la aristocrática y privilegiada posición en la que todavía se encuentra, y no tenga, por el contrario, que proponerse como modelo paradigmático del encuentro humano suscitador de enriquecimiento psíquico”  Mario Trevi

Curiosamente, a la hora de abordar las temáticas referentes al psicoanálisis o a la psicoterapia, se ha optado por emplear conceptos y términos de naturaleza incierta o virtual, en lugar de enfatizar cuánto el psicoanálisis o la psicoterapia tengan de realidad efectiva, de ineludible choque, de inevitable relación entre dos o más seres humanos. Así, se ha hablado mucho de la búsqueda, del proyecto, del proceso mismo de la psicoterapia en cuanto construcción de futuro, pero muy poco de  los “hallazgos” que se dan en ese espacio, del encuentro en sí del sentido, de la “química” real de las dos psiques susceptible de modificar a cada una de ellas y de orientarlas hacia una vía de salud.

La psicoterapia es, entonces, un arte especulativa y a la vez un arte empírica: se requieren tanto conocimientos generales y previos como una disposición clara y sin prejuicios ni presupuestos previos al encuentro con el otro. Es muy probable que sea de la confluencia entre estas dos disposiciones, de la suma de esas dos artes, de lo que dependa el resultado final del proceso psicoterapéutico.

Curiosamente, sin embargo, parece que una de esas dos disposiciones tuviera la pretensión de abarcar a la otra, despreciando su valor constitutivo dentro del marco terapéutico. Nos referimos a la pretensión del terapeuta de abastecerse de conocimientos generales con la finalidad de reducir la tensión que implicaría esa disposición dialógica sin prejuicios del arte empírica. Parece ser, por consiguiente, que no sea fácil “hermanar” o hacer confluir las dos artes constitutivas, como si la avidez de afianzar los instrumentos técnicos (ese acopio de conocimientos previos) en el terapeuta acabase una y otra vez por desestimar las labores de “escucha” y conocimiento particular del otro irrepetible a la que obliga la disposición empírica

Por eso mismo, y por la necesidad de acometer directamente la temática del encuentro terapéutico, es por lo que creemos conveniente ilustrar de manera directa la dimensión del encuentro dialógico y sus referentes epistemológicos, por supuesto no con el ánimo de invertir ese desequilibrio ahora a favor del arte empírica, sino como una medida equilibradora de ese énfasis especulativo y “reductor” que suele ser común en el estudio de la psicología y de la psiquiatría.

Empecemos, pues, por ver el ámbito semántico de la palabra encuentro. La palabra “encuentro” se abre en el Diccionario de uso del Español de María Moliner en variadas direcciones. En primer lugar, significa la acción de encontrarse, pero puede ser una entrevista, un hallazgo, un combate, una discusión, una riña, amén de otras acepciones alejadas de nuestro tema. “Ir o salir al encuentro de algo o de alguien”, significa dirigirse hacia la persona o cosa de que se trata por el mismo camino por el que ellas vienen, en sentido contrario, y en esta acepción implica un adelantarse, un atajar; pero puede significar el ceder alguien en su actitud o poner algo de su parte para buscar una avenencia con el otro; o bien el anticiparse a lo que alguien va a decir o hacer facilitándole el decirlo o hacerlo; o bien, por el contrario, una especie de “salir al paso”, anticipándose a lo que alguien va a decir o hacer con otro dicho o acción que lo desvirtúa.

Vemos, entonces, que el encuentro se sitúa en una dimensión de realidad en donde se hace efectivo un choque, una aproximación, un “contacto” entre uno y otro, para, desde ahí, hallar una coincidencia, una facilitación, una colaboración, o bien, por el contrario, deducirse un choque, un encontronazo, una incomprensión, una disputa que desvirtúa o dificulta el ponerse de acuerdo y obtener una colaboración. Consiguientemente, el concepto de encuentro hace hincapié en esa relación, en ese choque o contacto entre dos personas o entre una persona y otras cosas, aunque, al parecer, de ello pueda derivarse tanto un enriquecimiento mutuo como un entorpecimiento mutuo, tanto una colaboración como una disputa.

Del mismo modo, en su faceta reflexiva o intrapsíquica, el “encontrarse” a sí mismo es signo de buena ubicación, de satisfacción general y de sentimiento de estar bien orientado, de la misma manera que no encontrarse es signo de desvarío, malestar o sentimiento de alienación.

Con todo esto que hemos dicho, y entrelazando las acepciones objetiva y reflexiva del concepto encuentro, bien fácilmente podemos llegar a la conclusión de que un encuentro terapéutico es positivo, es decir, es en verdad terapéutico, cuando es capaz de facilitar el intercambio entre las dos psiques que se cruzan en la psicoterapia, facilitando de paso esa dimensión interior de ubicación y orientación que podríamos llamar “encontrarse a sí mismo”. De la misma manera, un encuentro terapéutico dejaría de serlo en la medida en que surgen impedimentos, rémoras, incomprensiones, que hacen del contacto entre las dos psiques una suerte de “encontronazo”, choque o disputa, que en lugar de orientar, desorienta, y que produce un extrañamiento de sí, una alineación que separa a ambos interlocutores de aquel encontrarse (al otro y a sí mismo) que hemos denominado “encuentro terapéutico”.

Partiendo de estas premisas críticas, es decir, sin dar por descontado que el encuentro deba por fuerza entrañar implicaciones terapéuticas, vamos a tratar de esclarecer algunas dimensiones del encuentro que, relacionadas con el fundamento constitutivo del encuentro terapéutico, puedan ayudar a comprender mejor cuándo, dónde y cómo acontece la facilitación o la puesta en marcha de dificultades para encarar el contacto, para tratar, después, de establecer puentes equilibradores entre ars especulativa y ars empírica como elemento referencial del encuentro terapéutico. (Clic aquí para pasar a 2/7.)


Autora: Dra. Guadalupe de la Cruz M.
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