sábado, 10 de mayo de 2014

Símbolo, Creatividad y Metáfora 4/4

LA PSICOTERAPIA DIALOGICA. 
Un breve esbozo


[...] ¿Cómo es posible que el oyente se apropie lo hablado por otro tan sólo en virtud del desarrollo de su propia fuerza y disposición que [...] se produce en su interior únicamente, si no es que en el hablante y en el oyente se encuentra una misma esencia, sólo que escindida entre los individuos y orientada a una adecuada reciprocidad entre ellos? ¿Cómo, si no, podría bastar una señal tan delicada como es el sonido articulado para estimular a uno y otro en forma coincidente, si no es que esa señal procede de la naturaleza más honda y genuina de una esencia común? Wilhelm von Humboldt


Es muy probable que el proceso psicoterapéutico arranque de una relación entre paciente y terapeuta caracterizada por la comunicación convergente. El interés de ambos interlocutores por esclarecer y profundizar (para mejor comprender) el malestar de la psique del paciente, así nos lo hace suponer. Pero eso no es más que el principio de la relación. Poco a poco van a asomarse sobre la relación materiales cuya conexión con el malestar es cada vez menos clara, aunque pertenezcan, claro está, a la misma psique del paciente: elementos oníricos, esbozos de proyectos, intuiciones, hechos de la vida cotidiana, etcétera.

Como con frecuencia sucede, estas comunicaciones despiertan también en el terapeuta el uso de elementos de la propia psique menos dirigidos a su vez al esclarecimiento del malestar, ya del malestar en general, ya del malestar del paciente. Paulatinamente, quiero decir, se entrelazan en la comunicación atenciones convergentes y divergentes de ambos lados. El verdadero diálogo corresponde precisamente a la intersección de esas dos direcciones de la comunicación: convergente, para medir el consenso efectivo de los dos interlocutores sobre la cuestión; divergente, para hacer brotar cada vez las nuevas áreas de verdad individual que sucesivamente serán sometidas a consenso.

Por disposición al diálogo entiendo, entonces, una disposición a seguir ese dúplice movimiento de la comunicación. Para aclarar el movimiento convergente de la comunicación psicoterapéutica nos sirven sobre todo los conocimientos generales, en especial, las grandes teorías de la psique, con toda su riqueza cognoscitiva al respecto del funcionamiento de la psique en condiciones normales y patológicas. Pero la necesidad de dirigirse hacia una solución individual ha llevado a los distintos autores a recorrer también los senderos de la búsqueda de las producciones espontáneas de la psique. Y allí se han adentrado en el territorio cultural divergente (lo psíquico irreductible a lo psicológico): se han adentrado en este territorio en distintos puntos de sus propias teorías y, supuestamente, en muchas ocasiones a lo largo del variado devenir de las psicoterapias puestas en acto.

En el caso de Jung, la libido entendida como fuerza natural que se desliza entre los flujos de los diversos complejos y de los elementos antinómicos, encuentra una respuesta en las producciones simbólicas procedentes de aquel quantum de energía, de aquel excedente libídico que se sustrae a los decursos naturales...

Mi impresión es que no se trata de un simple excedente libídico, sino que en la naturaleza misma de la psique existen natural y espontáneamente energías que se conducen indistintamente hacia corredores convergentes (psicológicos) y divergentes (psíquicos). En el ser humano es natural un instinto o un movimiento guiado por el afecto, por la razón o por las normas aprendidas por convención, así como es natural el activarse de las funciones simbólica, creativa o metafórica.

Como quiera que sea, pienso que el diálogo psicoterapéutico pueda acoger también esas tres funciones, comprenderlas y, si procede, favorecer su expresión, y ello por la razón terapéutica ya señalada cuando hemos mencionado las consecuencias de la parada de esas tres funciones. El andamiento psicoterapéutico es también el resultado de los influjos intersubjetivos sobre el campo intrapsíquico. Por eso en psicoterapia no existe otra posibilidad que no sea desarrollar y hacer progresar un diálogo entre las dos psiques, donde la expresión y la escucha, la asociación, el recuerdo de ciertos puntos de tensión y la alusión a nuevas temáticas, encuentren, de vez en vez, dentro de cada encuentro y contemplada la relación también desde su eje de continuidad temporal, aquella amalgama lingüística que facilita que la situación sufriente se transforme en una situación realista y a la vez dirigida progresivamente hacia la búsqueda de salud.

A fin de que el psicoterapeuta pueda favorecer la potencialidad de ese diálogo, es deseable que se den en él ciertos equilibrios entre los distintos niveles de escucha con que irá a acoger la comunicación del paciente, y también ciertos equilibrios entre los distintos niveles de comprensión de la funcionalidad compleja conducida constantemente por el lenguaje. Dentro de esos equilibrios y comprensiones, se halla el problema de cómo metaforizar en el tiempo eso que a primera vista parecía sólo literal, o de cómo simbolizar eso que parecía un error racional, o de cómo considerar producido por la creatividad eso que se escondía tras los pliegues de la falta de emoción y del abandono.

Sin lugar a dudas, acoger las funciones mencionadas en cuanto posibilidades de transformación, significa que el terapeuta debe estar preparado a no rehuir el problema de la complejidad o, más precisamente aún, el problema de participar en una relación entre dos distintas y particulares complejidades. Por otro lado, implica además que debe tener la guía colocada precisamente en el orden temporal, es decir, sobre la cuestión de la oportunidad. Se trata de una posición crítica y dirigida en lo concreto hacia el diálogo, hacia la construcción de sentido como única verdad posible del discurso psicoterapéutico.
A ese respecto, y como leve e irónico apéndice final, creo que pueda servir este fragmento de Vladimir Jankélévitch, tomado de su libro “La Ironía”:

[...] Existe un tiempo para cada verdad, una ley de la oportunidad que está en el origen mismo de la iniciación; antes es demasiado pronto, después es demasiado tarde. ¿Es la verdad que se inserta en la historia?, ¿o la conciencia que se desarrolla según la duración? Cierto que existe toda una deontología de lo verdadero que se apoya sobre el aprehender irracionalmente la ocasión oportuna y, como preferiríamos decir, la coyuntura flagrante. La veridicidad o dicción de la verdad es un evento histórico. No se trata sólo de decir la verdad, toda la verdad, en cualquier momento, como un bruto: la articulación de la verdad debe ser gradual; hay que suministrarla como un elixir potente que puede ser mortal, aumentando la dosis cada día, para permitir al espíritu el tiempo de habituarse

Autor: Dr. Ricardo Carretero G.
Relación para el X Congreso del Centro Italiano di Psicología Analítica C.I.P.A.
5-6 de Febrero del 2000,  Roma

Infórmate sobre su próxima conferencia: El Nacimiento de la imagen creativa.


TITULOS CITADOS

Jung, C. G., “Energética Psichica” (1928), en Opere di C.G.Jung, Boringhieri, Torino,                             vol.VIII, p.56-57

Trevi, M., “Metafore del simbolo” (1986), Raffaello Cortina editori, Milano, p. 107-108

Zambrano, M., “De la Aurora” (1986), ed. Turner, Madrid, p.50

Gadamer, H.G., “Verdad y Método” (1986) (trad.esp.1992), ed. Sígueme, Salamanca, vol.II, p.173

Arendt, H., “Il pescatore di perle”. Walter Benjamin, 1892-1940 (1968) (trad.it. 1993), ed. Mondadori, Milano, p.25

Colli, L., “La Morte e gli Addii” (1999), ed. Moretti e Vitali, Bergamo, p.111

Von Humboldt, W., “Sobre la diversidad de la estructura del lenguaje humano y su influencia sobre el desarrollo espiritual de la humanidad” (1836) (trad. esp. 1990), ed. Anthropos, Barcelona, p.80-81

Jankévélitch, V., “L’Ironia” (1964) (trad. It. 1987), ed. Il Melangolo, Genova, p. 50

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